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Fl[u]orescencias

Por Miguel Torres de la Rosa
Arte y entorno / Junio 2022

FL[U]ORESCENCIAS

¿Acaso de veras se vive con raíz en la tierra?
No para siempre en la tierra:
sólo un poco aquí.
Nezahualcóyotl

Pensé iniciar este texto explicando la intención de su título. Después, re signifiqué cada uno de los puntos que me llevaron a concebir la idea principal de esta meseta, de esta línea fl[u]orescente, interconectada por procesos continuos que solo han cambiado de dirección o de forma a través del espacio y del tiempo.

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“Rizoma” encontrado en la rivera del Atoyac

I. Conexiones


Cualquier punto del
rizoma se puede conectar con otro cualquiera; y debe hacerlo.

En octubre de 2020 (en plena pandemia por la enfermedad de COVID-19) me mudé junto a mi esposa e hijo a un departamento del cuarto piso de un edificio a orillas de lo que era el río Churubusco; entubado como parte de las obras de modernización de la Ciudad de México a inicio de la década de 1960, desde entonces, una arteria vial de importancia. En una nota digital que conservo con fecha del 9 de octubre de 2020 registro:

Tiene poco más de una semana que llegamos a este departamento. Más de siete días que trato de dormir entre los ruidos de los autos y camiones y cláxones; más de doscientas horas sintiendo cada movimiento que provocan los camiones y autobuses al pasar por el puente, estirando el oleaje hasta los cimientos de este edificio, de este árbol de concreto que palpita y se balancea desde su raíz.

 

La idea metafórica del rizoma 1 era ahora mi hábitat; un lugar escondido entre los pliegues de esta ciudad y los restos de un pueblo olvidado por la urbe. Sus calles, kiosco, atrio, panteón y mercado, eran nuevos espacios por los que ahora podía transitar libremente.

Un mes después de mi traslado al edificio-árbol en la colonia Aculco, tuve la oportunidad de visitar al artista Santiago Robles en su taller que se encuentra también a orillas del río que él sigue llamando Huitzilopochco, a unos cuantos kilómetros al sur de nuestro nuevo hogar. Fue una de sus obras, Toda esa orilla era el lago, que lanzó en mí una nueva línea de fuga, que sin saberlo entonces, era parte de este fragmento del rizoma. Cinco meses después, recibiría la invitación por parte de Nuria Cano y del Taller Magenta de Lima, Perú, para tomar el curso: Línea y colores en fuga: Gilles Deleuze, entre la literatura y la pintura, que me ayudaría rizomáticamente a entender el fl[u]orescimiento de esta serie de conexiones que me han crecido subterráneamente desde entonces.

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Toda esa orilla era el lago. Pintura al óleo sobre lienzo, 60 x 90 cm, 2019

II. Multiplicidad

 

Una tendencia importante en el trabajo de Santiago, es su constante acercamiento a las formas de la naturaleza. El artista reflexiona permanentemente acerca del tipo de relaciones que el ser humano establece con el entorno natural; relaciones que casi siempre terminan con la destrucción o modificación profunda del entorno y con un aprovechamiento feroz por parte de la especie humana (Martínez, 2022). Es esta deconstrucción de la realidad, que termina afectando también al hombre, volviéndolo multiplicidad de sus propios actos. Zonas de transición, proyecto del que se desprende la obra Toda esa orilla era el algo, tiene como finalidad acercarse a lo que Guy Debord denominó “psicogeografía”, es decir, buscar y detectar cómo el paisaje influye en nuestras emociones y en nuestra manera de percibir la realidad —En este caso, en nuestra concepción de la idea de ciudad y su relación con lo rural o natural—.

Así como la literatura imita al mundo, el arte imita a la naturaleza.
(Deleuze, 2019).

En otra nota digital con fecha del 5 de marzo (2021) registro:

Observo por la ventana / toda la orilla de eso que era el río / y me siento árbol

 

Si la ley de la literatura es la ley de la reflexión, lo uno que deviene en dos; la multiplicidad o complicidad (en este caso de la nota) para imitar lo natural, me hace pensar, que el arte también se permea del mundo; es decir, de la literatura para resignificarse. No es de extrañarse entonces, que el artista esté relacionado con la poesía para deconstruir la naturaleza. Así como el poeta hace rizoma con el trabajo del artista y generan estas líneas, fl[u]orescentes que se disparan en diferentes ángulos de la multiplicidad. No copian el exterior; trazan una la línea de fuga o de desterritorialización para transformar su sentido de pertenencia al conectarse con otras. En este caso, Toda esa orilla era el lago con la nota uno o la nota dos (que bien podrían ser versos de un poema) y que apuntan a una realidad de dimensiones finitas que nos posibilitan, tanto con la necesidad de multiplicarnos, como de hacer conexión; es decir, rizoma con el otro. Pero va más allá, la multiplicidad se produce desde el habitante-campesino que construye una caseta de vigilancia en la rivera del Río Atoyac en la periferia sur de la ciudad de Puebla y que narra cómo ha descendido el nivel del agua en sus terrenos con el paso de los años, y que llega a la mirada del artista buscando promover, a través de un proyecto cultural, el interés por conocer nuestra ciudad actual. No únicamente la que podemos encontrar en los libros que describen el pasado “glorioso” de la urbe, ni los escritos que pretenden generar un modelo teórico sobre ella. El artista sale, camina y se encuentra de frente con las zonas de transición para llevarlas hasta el poeta. El que descubre que se encuentra viviendo en la misma caseta de vigilancia y que no ha bajado el nivel del agua, sino que también ha sido entubada. De esta forma se vuelve lúcido el trayecto del rizoma por el que navegamos y sin importar cualquiera que sean sus dimensiones o ramificaciones; la obra original o natural, se enfrentará a la obra pictórica en tonos neón, de diseño futurista, urbano, chicha, como de cumbia andina o típica de productos y marcas comerciales que pinta el artista y que deviene en la obra lingüística del poeta que deconstruye o hace visible otras zonas de transición que habitan el poema y que provoca, además, la incidencia y reciprocidad rizomática, que intenta encauzar también este texto/meseta/pequeña parte que vemos ahora del rizoma y que nos pone muy cerca del otro. Nos conecta bajo el subsuelo como raíces entrelazadas, pero también nos vuelve un vestigio de construcciones abandonadas o interminables.

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Apunte, tinta y grafito sobre papel

III. Ruptura

 

Un rizoma puede ser roto, interrumpido en cualquier parte, pero siempre vuelve a brotar según sus líneas o incluso otras.

En este sentido el rizoma se presenta como la necesidad de habitar un espacio, luego se acerca estrechamente a la obra de arte al comprender líneas de articulación y segmentación (un mapa–territorializado). En cuanto al poema, genera una violenta línea de fuga y desterritorializa lo subjetivo y visual de la obra; huye a lo abstracto del lenguaje y provoca la fractura del rizoma sin llegar al dualismo o a la dicotomía; por el contrario, representa un brote; una oportunidad de reestructura o reintegración del significado; un estallido de dos series heterogéneas de una línea de fuga compuesta por un rizoma común que relaciona al hombre con su entorno, con lo que llama hogar y que, a pesar de estar lejos o cerca de él, se siente en casa en cualquier parte, contemplando el mundo, en el centro del mundo/rizoma. La obra de Robles no es una imagen más del mundo, hace rizoma con éste y asegura su desterritorialización de lo real y aún así, conserva su sabiduría de planta. Incluso cuando ésta tiene raíces, siempre hay un exterior donde hacer rizoma con algo: con el viento, con un animal, con el hombre (Deleuze, 2019). Escribo cartel chicha, cumbia andina, periferia, urbe, verso libre, zonas de transición, río Churubusco o río Atoyac y se construye el rizoma, pero también se incrementa el territorio y se extiende la línea de fuga hasta cubrir otros planos de conciencia y multiplicidad que muchas veces serán imperceptibles para generar nuevas rupturas.

IV. Mapas

 

El modelo económico centralista en el que estamos inmersos ha provocado, entre muchas otras cosas, que los habitantes de las grandes ciudades modernas conozcan poco del vasto territorio que habitan. En específico, las personas que residimos en el interior de la ciudad poco sabemos sobre cómo está configurado el perímetro de la urbe, pues lo consideramos ajeno, sucio, conflictivo y amenazante; mientras que quienes habitan los suburbios o las pequeñas colonias, que también dan vestigio de las antiguas periferias de la ciudad, dependen en gran medida del centro porque ahí es donde se concentran las oportunidades educativas, laborales o culturales (Robles, 2018). En este ejemplo trastocado de meseta, tanto para el campesino, como para el artista o el poeta; el acto de caminar, habitar, escribir o registrar, articulan el diálogo entre el centro y la periferia de la ciudad contemporánea en la que residen y de la que son parte, como si se tratara de un rizoma infinito con difusas fronteras que median lo propio y lo extraño de cada uno, lo yo y lo otro de un mundo que rehace la memoria a cada instante y de la que intentamos hacer mapas.

Si un rizoma no obedece a ningún modelo estructural o generativo; es decir, no copia, es mapa. Entonces, ni la nota uno ni la nota dos, reproducen o copian la obra de Robles, hacen mapa con ésta en el seno del rizoma, donde se forma la meseta 2. Son los significados de casa, árbol, hombre, río, urbe, entorno, transición, fl[u]orescencia, los que están presentes como una experimentación que nombran la imitación de lo real y contribuyen a la unión de los campos que traza el mapa de estos cuerpos sin órganos; de estos restos de hombre natural, llámese campesino, artista o poeta, que dan importancia y señalan un estado salvaje / primitivo / natural de la conciencia, la que nos permite hacer rizoma y seguir conectando en cualquier dimensión (Deleuze, 2019). Es entonces, que podemos colocar la ingeniería humana, la obra de arte y el verso libre sobre la mesa de luz, como si se tratara de una radiografía que elige o aísla lo que pretende ser, al visualizar con ayuda de colorantes u otros procedimientos de contraste lo que hace rizoma con el mundo; no es casualidad, que la obra de Santiago Toda esa orilla era el lago, lleve consigo estos colores fluorescentes que se yuxtapone al verso: en medio de este silencio hueco / que cruje como la angustia/por el fl[u]orescente interior de mi rizoma o a las palabras del dueño de la caseta de vigilancia: “Aquí nací y aquí me crié; yo soy de campo no soy de ciudad; toda esa orilla era el lago”. Destacar otros planos, como si este mapa tuviera diferentes capas superpuestas, traslúcidas, por las que podemos mirar las líneas fl[u]orescentes sin ni siquiera darnos cuenta o ser conscientes de que habitamos entre estos rizomas que nos procuran habitantes de una misma realidad que nos atañe sin importar nuestra procedencia, el lugar que habitamos o al tiempo al que pertenecemos. Nuestras acciones registran y se mueven por el incontrolable estado natural del rizoma.

Apunte, grafito sobre papel

V. Conclusión

 

Naturalmente Latinoamérica no está exenta de la demolición de los árboles, la escasez de agua y una búsqueda de raíces. Desde las artes hasta la literatura o la vida misma, todo lo importante procede por rizoma, desde siempre; todo movimiento subterráneo tiene una conexión inmediata con el exterior. Latinoamérica también es un rizoma y sus zonas de transición (lo liso y estriado) que habitamos y no, es rizoma. Ahora más que nunca me percibo como una planta con raíces profundas y me pregunto: ¿Cuál es mi relación con el entorno? ¿En qué momento bajamos de los árboles/salimos de la cueva, nos volvimos indiferentes, hicimos secar el río o dejamos de mirar y aprender de lo que estaba antes que nosotros? Las respuestas son perturbadoras, indescifrables, esperanzadoras y realistas, todas a la vez (Martínez, 2022). Por ello entiendo, que el rizoma también se deseca, se marchita o corta, para brotar de nueva cuenta, con nuevas extensiones. El rizoma florece y fluoresce 3, muchas veces sin el consentimiento humano, de ahí el término fl[u]orescencias que da título a este pequeño texto, y que me ha mostrado el resplandor de la meseta y señalar este diminuto fragmento del rizoma que me ha involucrado con la literatura menor (que me sostiene), con la vida rural (que olvidamos, pero de la que somos parte) y con la obra de arte (que reconstruye la memoria del trazo perpetuo y orgánico que va deshilvanando el rizoma a su paso) y que nos permite ver, admirar y también reflexionar por un instante, sobre otras realidades que nos acontecen y de las que todos somos parte.

Tengo el carácter de un árbol
compuesto por una infinidad de moléculas
regenerándose
las hormigas que me habitan
tienen una memoria de plasma
que, aunque se destruya
nunca cesará de reconstruirse.
Ojalá el pelo me creciera como las hojas ahora que todas las enfermedades
comienzan a ampliar su territorio en mí
y me siento madriguera
y me siento musgo en esta orilla del río.
Esta obsesión de juntar palabras
que suenen a río discordante y se disipen como sueños
en lo intrínseco de mi tejido vegetal
despierto por la mañana inconsciente
sin vértebras ni estructura
como una enzima de colores invisibles
que se reproduce desde la raíz
hasta la comisura de una rama
para volverme corteza
en medio de este ruido hueco
que cruje como la angustia
por el fl[u]orescente interior de mi rizoma.

Miguel Torres

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Toda esa orilla era el lago, 2020

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Referencias

 

 


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