Escribí un artículo breve para el número 118 de la revista Voices of Mexico de la UNAM, se titula “Entre la guerra y la paz”.
A continuación, la versión en español del texto:
ENTRE LA GUERRA Y LA PAZ
“No voy a la guerra contra el argentino
él es mi vecino y también mi amigo
no voy a la guerra contra el peruano
él es mi vecino y también mi hermano
no voy a la guerra contra Irak
no me interesa ir a robar”.
Los Prisioneros, Festival de Viña del Mar, 2003
Entre la guerra y la paz hay un mundo de imágenes que nos movilizan y nos determinan. ¿Cómo podemos distinguir cuáles son verdaderas? Todo el tiempo estamos recibiendo información de una guerra entre Occidente y Rusia que no está sucediendo tal como se representa, pues en los últimos meses los medios de desinformación han estado distribuyendo imágenes tomadas de otras geografías y otros tiempos. Incluso han llegado al extremo de transmitir secuencias de un videojuego de 2013 para mostrar a un supuesto piloto ucraniano realizando actos heroicos en defensa de la “libertad” y la “democracia”. Lo verosímil no siempre es verdadero y, por lo tanto, la búsqueda de lo que es la guerra o la paz se vuelve cada vez más difícil. En esta guerra queda de manifiesto que los conflictos bélicos, en los que lamentablemente la gente de a pie sufre las peores consecuencias, son una producción dramatúrgica para preparar un escenario conveniente para los intereses económicos imperialistas.
¿Cuántas veces le hemos dado validez a una imagen por el simple hecho de haberla visto en la televisión, en un periódico o principalmente en una red social? Estas imágenes carecen de contexto, vida, tiempo y ritmo, pero aún así las tomamos por verdaderas. Los algoritmos de internet nos ahorran la fatiga y la molestia que implica pensar por nosotras y nosotros mismos; nos ofrecen imágenes que tácitamente promueven un posicionamiento político ante el conflicto bélico.
El modelo de consumo mediático en el que estamos inmersos en la actualidad nos convence de manera cotidiana de que no es necesario informarse a profundidad sobre los acontecimientos ni contrastar fuentes de consulta ni conocer las distintas caras de un problema. Lo único que importa en una sociedad mediática es “satisfacer al cliente” dándole más noticias de lo que quiere, no importa si se trata de información deliberadamente falsa. Si usted cree que la Tierra es plana, aquí le vamos a dar más y más argumentos ya procesados y listos para defenderse en cualquier sobremesa o red social: lo que interesa es alimentar la insaciable hambre de información, la eterna búsqueda de una verdad autodeterminada.
Toda imagen podría ser falsa, pero hay imágenes que sintetizan el relato de los tiempos que nos ha tocado vivir. Cuando esto sucede, se convierten en herramientas para establecer un diálogo entre personas de distintas culturas y geografías. Entre la paz y la guerra existen también imágenes que no buscan colaborar con la manipulación mediática y dejan constancia de una postura crítica y analítica por parte de sus autoras y autores. Este tipo de imágenes tiene vertientes muy amplias. En este texto atenderé brevemente la labor de artistas que buscan establecer relaciones más horizontales con las receptoras y los receptores de sus creaciones, dejando en sus obras espacios para la discusión. Comentaré algunas de las imágenes que se presentan a continuación.
En su grabado en linóleo, Elsa Madrigal hace referencia a un entrecruzamiento complejo de la guerra, la naturaleza y la contaminación. Con una estética que proviene de las guerras europeas de trincheras del siglo pasado, nos recuerda la embestida que la humanidad establece permanentemente contra sí misma, cavando su propia tumba al deteriorar a través de un aparato industrializado masivo el medio en donde vive y a partir del cual se sustenta. Este planteamiento adquiere relevancia en un contexto global en el que líderes políticos y medios de comunicación buscan convencer a la población de que el calentamiento global no existe o, como diría el crítico social George Carlin, de que el planeta podría resolver su problema de contaminación “sacudiéndose” en cualquier momento a la humanidad como un perro sacude sus pulgas. Esperemos que ese perro comience pronto a ladrar.
El ilustrador Francisco Mortales, en su cartel en contra de las bases militares que la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) ha instalado en España, presenta una postura política muy clara en oposición a la guerra que se opera desde Estados Unidos de América a través de una licuadora de referencias —que van desde Siqueiros hasta el estridentismo, pasando por Renau y el constructivismo ruso—, en la que los agresivos perros bien podrían representar a los medios de comunicación que defienden los intereses de su dueña, que está disfrazada de la libertad.
En el contexto nacional sucede algo similar. Las imágenes que circulan como parte de la contienda electoral son publicadas por los conservadores con la intención de manipular y las comparten en redes sociales aunque tengan plena consciencia de que son imágenes falsas, es decir, que no corresponden con la realidad que aseguran que representan.
El maestro Rafael López Castro presenta el símbolo que Vicente Fox —ligeramente menos iracundo que el actual, pero igual de traidor a la democracia— usurpó a los movimientos estudiantiles de 1968 cuando era candidato presidencial, con la finalidad de crear otro símbolo publicitario vacío y falso, al modo de la mercadotecnia de la Coca-Cola, para ayudarse a ganar una contienda electoral. Naturalmente, como dicho símbolo ya no le sirve para sus ambiciones económicas y de poder, no lo usa más, pero la gente que se encuentra en pie de lucha sigue comunicando una postura clara ante la vida a través de la v de la victoria, del amor y la paz.
Jorge Garnica, mediante un excelente collage fotográfico, hace una crítica muy puntual respecto a la nula planeación, falta de operatividad y carencia de resultados de la supuesta guerra contra el narcotráfico que el ladrón electoral Felipe Calderón emprendió junto a su mano derecha, el ahora encarcelado Genaro García Luna, y que provocó que todo un país se bañara innecesariamente en sangre. Aún seguimos padeciendo sus estragos, pues la huella que dejó el caracol a su paso no se borrará ni se olvidará entre los miles de asesinados y desaparecidas.
A través de una vorágine conformada por cerdos, monos, personas con cabeza de burro, hombres que sostienen herramientas de trabajo que también sirven como armas, y muchos elementos más, un abrumado Adrián Aja nos presenta lo intrincada, compleja y abundante que puede ser la dimensión violenta en el ser humano. En medio de esta escalofriante torre de Babel, que también nos recuerda a escenarios vislumbrados por Jheronimus van Aken, el Bosco, podemos encontrar a un devorador de la justicia, la democracia y la legalidad en México: Agustín Carstens, quien fue secretario de Hacienda de 2006 a 2009 y mágicamente (léase maiceadamente) logró durante este periodo que todas y todos los diputados aprobaran el presupuesto nacional por unanimidad. Ni Goya logró vislumbrar monstruos de semejantes magnitudes.
Entre la guerra y la paz hay un mundo de imágenes que nos permiten definir identidades políticas, pero que también buscan que reproduzcamos ideologías con intereses determinados que alguien más ya diseñó para nosotras y nosotros. Cuestionemos siempre aquello que vemos.
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Gracias a la coordinadora de publicaciones de Voices of Mexico, Astrid Velasco y a la editora en jefe, Teresa Jiménez, así como a todo su equipo editorial. Gracias también a las y los artistas expositores en La Zurda, tianguis de gráfica, quienes generosamente prestaron su trabajo para darle cuerpo a este artículo. Finalmente pero no al último, gracias a Daniela Ivette Aguilar, Mario Ortega, Rafael Martínez, Jorge Rubio y José Manuel Morelos por todo su apoyo.
La revista se puede consultar, aquí.