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Tonacáyotl, el sustento de nuestra vida

Marzo 2020

Maíz, sociedad, cultura e historia son inseparables.
Nuestro pasado y nuestro presente tienen su fundamento en el maíz.
Nuestra vida está basada en el maíz.
Somos gente de maíz.

                   Guillermo Bonfil Batalla

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Me desconciertan las personas que piensan que lo más importante para nuestra sociedad es que las empresas ofrezcan trabajo a los ciudadanos, incluso a costa de generar una alta degradación ambiental (irreversible en muchos casos) o de propiciar enormes injusticias sociales. Me desesperan argumentos del tipo: “Quizá contaminan el medio ambiente, pero le dan sustento a muchas familias alrededor del mundo” en el caso de las compañías trasnacionales. ¿Por qué a muchas personas les parece ideal estar sometidos a un grupo minoritario que sólo piensa en sus intereses y no en los de la mayoría? ¿Por qué defienden públicamente a estos individuos como si pertenecieran a su grupo social o se pudieran beneficiar directamente de él? ¿En qué momento normalizamos la destrucción de nuestro entorno en aras de un supuesto progreso? Muchas personas defienden al desarrollo a toda costa, inclusive a expensas de la vida de otras personas. Los decesos los catalogan como daños colaterales y justifican la sangre derramada que deja a su paso la gran máquina civilizadora.

La serie de anhelos que perseguimos en términos de éxito y riqueza son los que el propio sistema nos ha ido programando a desear para obtener beneficios. ¿Es verdad que trabajando mucho se puede llegar a ser rico? ¿La gente es pobre por floja? ¿Hay personas que merecen abundancia sin importar la desigualdad que esto genere? Sabemos que todas estas preguntas corresponden a situaciones falsas que el capitalismo neoliberal promete como recurso viable mediante distintas estrategias comunicativas como las series, las redes sociales, las películas o los videos musicales.

Existen personas que impulsan ideas simuladas (pues ya se demostró que no sucedieron), por ejemplo, que con la instauración de la Reforma energética mexicana de 2013 las gasolinas bajarían de precio, sin embargo, lo único que verdaderamente sucedió fue que la imposición se aprobó de forma exprés en el Senado de la República (en un día. Sí, en un día) y se entregaron como regalo (es decir, a cambio de nada) los valiosos recursos de nuestra nación a las compañías petroleras trasnacionales (y a las nuevas compañías nacionales creadas ex profeso) para su único beneficio y a nosotros nos volvieron dependientes de sus transacciones y políticas. Lo ideal sería que pudiéramos transitar de forma urgente al uso de energías renovables, pero esto no puede suceder tan fácil ni tan rápidamente y, además, es harina de otro costal respecto a los planteamientos aquí descritos.

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En el caso específico del maíz transgénico la situación está enrevesada, porque es un tema relativamente nuevo e implica cierta complejidad debido a los aspectos científicos involucrados en su producción. Se trata de un asunto reciente porque su aparición en términos históricos no ha permitido que la información y discusión se difundan entre la población, por ello las opiniones son fácilmente manipulables. Por otro lado, el tema de los transgenes no ha sido ampliamente adoptado en la sociedad, en parte porque no se conocen muchos detalles, pues compañías como Bayer o Dupont operan en lo oscurito, detrás de los laboratorios y escritorios, en las rutas de las transferencias monetarias, mediante las cuales intentan filtrarse sigilosamente en los puestos políticos de toma de decisiones.

Los científicos corporativizados (aquellos que son contratados o beneficiados de diversas formas por las compañías impulsoras de organismos genéticamente modificados para divulgar mensajes avalados por su supuesta autoridad en el ramo) se han encargado de defender la postura de que los transgénicos son una buena solución económica y ecológica para importantísimos problemas globales como la desnutrición o la falta de alimento en la población, cuando sabemos que el gran problema de la alimentación mundial no radica en la generación de alimentos sino, principalmente, en los problemas de reparto derivados de la desigualdad económica. Estos científicos por lo general tienen conflictos de interés que los descalifican en las discusiones públicas sobre el maíz transgénico (¿se acuerdan cuando en el siglo pasado ciertos doctores certificados aparecían en anuncios publicitarios recomendando fumar cigarros de tabaco?). La única ruta que defienden en el fondo es la del neoliberalismo, o para decirlo claramente: buscan generar rendimientos económicos estratosféricos y un poder avasallador a cambio de destruir la salud, la economía y la soberanía alimenticia de una cultura milenaria como la mexicana.

¿Por qué no debemos aceptar la siembra de maíz transgénico en nuestro territorio? Las razones han sido ampliamente expuestas por el doctor David R. Schubert (quien ha sido dos veces acreedor al premio Jacob Javits que otorga el Senado de los Estados Unidos de América) y también por organizaciones nacionales, como la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad (UCCS):

  1. El maíz transgénico no es necesario porque las plagas para las cuales fueron creados no son importantes en maíces nativos. Los campesinos durante siglos han seleccionado las semillas nativas que pueden resistir a las plagas locales y han desarrollado formas para controlarlas.
  2. Introducir maíz genéticamente modificado a México significa un riesgo ambiental grave, puesto que es una planta nativa de nuestro país (México es centro de origen y diversidad del maíz) y los transgenes pueden introducirse a las poblaciones naturales, modificando su acervo genético.
  3. No habrá vuelta atrás si el maíz transgénico se introduce a México, pues las variedades nativas se contaminarán de manera irreversible por los transgenes. No hay forma de evitar esta contaminación porque el polen viaja a través del aire y fecundan a las flores femeninas, formando así los granos y mazorcas .
  4. El maíz transgénico encarecerá la producción de alimentos: comprar la semilla año con año, en lugar de guardarla como lo han hecho siempre los campesinos, aumentará los costos a lo largo de toda la cadena alimentaria (obviamente los científicos corporativizados argumentan que los precios de la comida bajarán, como muchos economistas prometieron que la gasolina y las telecomunicaciones reducirían sus costos tras privatizarse). Además, mantendrá sujetos a los campesinos a los precios de los vendedores de semillas, privándolos de su capacidad de elección.
  5. El maíz modificado genéticamente nos volverá esclavos sociales y políticos de los monopolios globales (¡sí, todavía se puede más!). La poca soberanía alimenticia que nos queda desaparecerá de forma avasalladora.
  6. La salud humana está en riesgo si se consume en grandes cantidades las proteínas codificadas por los genes de la bacteria Bacillus thuringiensis (Bt), que se insertan en el material genético del maíz, pero sobre todo por los herbicidas (como el glifosfato, que de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud es cancerígeno) y otros agroquímicos aplicados masivamente en cultivos transgénicos como la soya y el maíz.

Los científicos corporativizados argumentan que no se han encontrado enfermedades en los seres humanos que se puedan atribuir al consumo de maíz transgénico en los Estados Unidos de América, por lo tanto, defienden que se trata de un alimento seguro para consumo humano. Falso. Los vecinos del norte sólo se comen una muy pequeña porción del maíz modificado que producen (¡tontos no son!): la mayor parte la destinan a alimentar al ganado y a producir alcohol, jarabes y aceites. El maíz con genes de Bt es consumido por las personas principalmente en forma de alimentos altamente procesados, como las papitas que se ingieren como botana, las cuales no son componentes fundamentales de su dieta.

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En México, en cambio, comeríamos enormes cantidades de maíz transgénico pues el grano es nuestro alimento básico, el sustento de nuestra vida. Lo prepararíamos de innumerables formas, como lo hemos hecho por cientos de años, lo cual implicaría una alta posibilidad de efectos nocivos no previstos, como reacciones inmunológicas. Como lo explica el Dr. Alejandro de Ávila Blomberg: aunque existen algunos estudios acerca de la seguridad del maíz modificado genéticamente como alimento en otros países, no se han analizado los efectos que pueden tener para la salud las proteínas producidas por Bt bajo los distintos métodos de procesamiento del grano empleados en México. Otra cuestión que es fundamental expresar es que en nuestra cultura será imposible detectar los daños que el maíz transgénico cause a la salud de la gente, debido a las múltiples formas de consumo y a las limitaciones técnicas de nuestro sistema de salud. Por esto, las empresas trasnacionales tienen tanto interés en ayudarnos a traer la modernidad a México: saben que aquí nunca tendrán que rendir cuentas por los daños que sus productos puedan causar a la salud de las personas. Dinero fresco y directo para sus bolsillos: ¡I’m loving it!

Las personas que justifican el desarrollo económico por sobre todo lo demás y las que promueven la siembra de maíz transgénico en México defienden sus intereses, sin importar las consecuencias de éstos, a través de argumentos embusteros, por ejemplo, que las profundas desigualdades sociales se borrarán si seguimos protegiendo a la industria a toda costa, que hay gente obscenamente rica porque trabaja y otra que muere de desnutrición porque es floja, que el medio ambiente debe seguir aguantando el embate de las compañías trasnacionales dado que éstas generan empleos, que no debemos preocuparnos por la diversidad del maíz porque el modificado genéticamente es inofensivo y nutrirá a la población. Ojalá estos intereses se pudieran enunciar de forma abierta y sin dobles discursos: el beneficio económico para unos cuantos, la no regulación del mercado, esparcir la creencia de que no existen alternativas a las imposiciones hegemónicas del poder y a forzar la dependencia alimenticia de toda una nación. 

Como aseguró Guillermo Bonfil Batalla: “En lo que hoy conocemos como territorio nacional se desarrolló en la antigüedad una alta civilización, original e independiente, que marca nuestra vida social y cotidiana. La antigua civilización se sustentó en el maíz del mismo modo que hoy lo hace la nuestra”. Por su parte, los tzeltales de Chiapas complementarían esta idea: “Es en la semilla donde todo comienza y termina, es el principio y el fin”. Ese inicio y conclusión de nuestra simiente es lo que hoy está en combate en nuestro país. De un lado se encuentra la cultura, la salud, la defensa del medio ambiente y la soberanía alimentaria del país. Del otro lado, las incalculables ganancias económicas de unas cuantas compañías disfrazadas de innovación y conocimiento. Contaminar nuestro maíz es atacar el corazón de México. Tonacáyotl, te vamos a defender.

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Lista de imágenes:

  1. Semilla de sol. Libro-arte ganador del Premio Único en la Primera Bienal Universitaria de Arte y Diseño de la UNAM. Edición facsimilar de 500 ejemplares editados por la Facultad de Artes y Diseño, 2015.
  2. Espantoso suceso, de la serie Pop Off. Aparición Repentina (2012-2014). Colocación: MetroBús Hospital general, colonia Roma, Ciudad de México, 23 de abril de 2013. Registro: 298 días.
  3. Lies. Más de 17 000 semillas de maíz híbrido sobre base de espuma. Algunas secciones controladas de la pieza están protegidas químicamente contra insectos y otras no, con la finalidad de que la obra se autoconsuma parcialmente con el paso del tiempo. 90 x 90 cm, 2019.
  4. Cúrcuma (detalle), pintura acrílica, agua, alumbre, baba de nopal, tinte de grana cochinilla, cúrcuma e imitación de hoja de oro sobre muro, 4 x 2.7 m, 2014. Centro Cultural La Cebada, Ciudad de México.

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El presente texto fue realizado con la finalidad de ser leído alrededor de una fogata como parte del cierre de la exposición Campamento para jóvenes naturalistas, curaduría de Wendy Cabrera y Karla Kaplún. Museo de la Ciudad de Santiago de Querétaro, 3 de marzo de 2020.

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Gracias a la Dra. Elena Álvarez-Buylla y a Edith Sebastián por sus comentarios y retroalimentación sobre el texto.

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