Chto Delat (se pronuncia “shtú dilat” y significa ¿qué hacer?) es un colectivo ruso fundado en San Petesburgo en mayo de 2003. Está integrado por un grupo heterogéneo de escritores, filósofos, críticos y artistas; su objetivo es fusionar la teoría política, el arte y el activismo. Actualmente y hasta el 15 de abril de este año presentan la muestra Cuando pensamos que teníamos todas las respuestas, la vida cambió las preguntas en el MUAC de la UNAM. La genealogía del nombre del grupo se puede trazar de la siguiente manera:
Con el recuadro anterior podemos hacernos una idea general pero clara del perfil de la agrupación, y es aquí donde comenzaré a problematizar algunas cuestiones. Considero un enorme acierto que la publicación que acompaña a la muestra incluya textos escritos por el colectivo (traducidos por Elizabeth Coles, Timothy Williams y Oleg Yasinsky), pues permite una aproximación, sin interpretaciones o intermediaciones profundas, a las ideas que configuraron los proyectos que se presentan. Al inicio de la edición se puede leer: «La materialización histórica de esta emancipación [revelar un mundo sin el dominio de la ganancia y la explotación] económica, política, intelectual y creadora es el comunismo.» Primera señal de advertencia. Declararse comunista o cercano a los comunismos implicaría, entre muchas otras cosas, asumir una serie de responsabilidades vitales que han acontecido históricamente y continúan haciéndolo al momento de poner en práctica la teoría política: los campos de trabajos forzados, la persecución y el asesinato de la disidencia (la muestra incluye una pieza a muro en la que se representa a Trotsky con ojos de reptil mientras es golpeado con un piolet en la cabeza), así como la criminalización de la diversidad sexual, la imposibilidad de expresarse libremente, las desapariciones, dictaduras y demás. Con esto no pretendo de ninguna manera defender al sistema neoliberal en el cual decenas de miles de individuos son asesinados en nuestro país cada año.
Una persona me comentó: «Vi en el MUAC una exposición sobre comunismo», y aunque el comentario no es del todo acertado, bien la experiencia podría dejar esa impresión por el grado de indeterminación que contiene. Los espacios en los que se reconoce la incertidumbre y no se pretende la certeza, tanto en el campo de las ideas como en el de sus concreciones, resultan seductores desde distintos puntos de vista —ese no es el problema, el propio nombre del colectivo es una pregunta abierta relacionada con los posibles caminos a seguir ante la situación actual (¿qué tipo de arte es posible ahora?). Pero habría que, por lo menos, desmarcarse o no de ciertas prácticas e ideas fundamentales como las ya mencionadas. Chto Delat, a través del periódico que editan o de obras como It Did not Happen with Us Yet, Safe Haven (2017) —historia ficticia en la cual un grupo de cinco artistas huyen de la guerra para refugiarse en una isla remota— denota su oposición a la censura y su voluntad por el diálogo; postura que refuerza el colectivo What, How and for Whom, WHW, cuando escribe sobre ellos: «La posición ideológica no dogmática del colectivo refiere a una renovación de la izquierda que se aleja de la moralidad y se expresa más por medio de procesos y cuerpos que de proclamas». Y aunque esto sea palpable dentro de la muestra, resulta necesario que se presente y se discuta qué es lo que la agrupación entiende por comunismo hoy en día y en qué posición se ubican respecto a esta corriente. Realizar esta tarea, tal y como se presenta la propuesta en el museo, descansa demasiado en la interpretación, pero ¿qué hacer como espectador con las cuestiones que no se plantean?
En la presentación del video The Excluded at the Moment of Danger (2014), el colectivo afirma: «Solíamos pensar que la colectividad era necesaria para ser fuertes, pero ahora nos damos cuenta de que es necesaria simplemente para mantener la cordura». Desde un punto de vista amplio, esto es una señal de procesos que están sucediendo en nuestro tiempo: los sistemas políticos fracasaron, muchos ídolos y creencias se rompieron, la falta de certeza inundó al ámbito político (sobre todo si lo contrastamos con la determinación de movimientos contestatarios de mediados del siglo pasado) y la idea de un Estado que protegería y asistiría a las personas se esfumó. «Lo que pensábamos que era imposible ayer se encuentra hoy con entusiasmo». Chto Delat reflexiona, a través de sus proyectos, sobre la resaca política que sufrió su país tras la experiencia soviética, del fervor anticomunista y sobre la paradoja resultante de una población juvenil que consume entretenimiento imperialista mientras sus papás quizás mantienen otras ideas políticas (en una de las piezas de la exposición se narra una historia sobre zombis que está dividida en temporadas, como las series de video-on-demand).
En un mundo interconectado como el actual, bien podría albergarse una sensación de orfandad, de no pertenecer ni aquí ni allá y de no saber en qué creer. La agrupación viajó a Chiapas, con apoyo del MUAC, para relacionarse con la organización zapatista y su autonomía, bajo la premisa de no detenerse nunca ante la pregunta sobre lo que podemos hacer, de continuar indagando, de refrescar los discursos y las ideas propias y de actuar para convertirnos en personas de nuestro presente; de entender, como escribió el poeta Antonio Machado, que «hoy es siempre todavía».
Antes de cerrar, referiré brevemente una amplia discusión relacionada con el museo como obstáculo para la disidencia, la cual el artista César Cortés Vega resume así: «Frente a la necesidad por generar un archivo coherente que determine su misión [la del museo] como parte de la vindicación histórica de los nuevos integrantes del panteón artístico, las consignas de muchos artistas se desactivan». Una gran cantidad de personas consideran que el hecho de que un artista reciba una beca de alguna institución o participe en una exposición de algún museo del Estado lo desacredita como parte de cualquier postura contestataria, crítica o de izquierda. Muchísimas personas más consideran que no existen opciones coherentes para la lucha anticapitalista dentro del modelo económico (el propio sistema se ha encargado de transmitirnos eso). Al respecto, Chto Delat ofrece su propia perspectiva: «Los artistas comprometidos políticamente enfrentan de forma inevitable la cuestión del compromiso en su práctica. Surge principalmente cuando tienen que decidir si aceptan fondos de una u otra fuente o si participan en una bienal o exposición u otra». Y hacen también una recomendación a las agrupaciones autónomas: «No participen en proyectos cuyos resultados (de capital simbólico, plusvalía) puedan instrumentalizarse para fines políticos que contradigan las tareas internas del trabajo de sus colectivos» —la obra Museum Songspiel (2011) es la que plantea una postura más clara al respecto. Continuando la iniciativa de Bertolt Brecht sobre crear un musical dialéctico cuyo fin sea generar empatía en el espectador —lo cual rompe con el distanciamiento de la acción representada—, el video muestra una historia en donde un grupo de inmigrantes prófugos deciden introducirse y resguardarse en la vitrina de un museo que estaba destinada a mostrar arte callejero. El artista a cargo de la muestra decide protegerlos frente a la ley argumentando que han sido contratados para presentar un performance, pero de cualquier manera la policía se los lleva presos. Posteriormente (¡spoiler alert!), un par de visitantes a la muestra conversan. Una le dice al otro que no estaría mal protestar por lo sucedido a los migrantes, pero su interlocutor la convence diciendo que eso en realidad no los concierne. Finalmente los dos voltean a ver hacia la cámara (hacia nosotros) y repiten: «Es verdad, esto no nos concierne». De tal modo, el colectivo ruso asegura que no hay espacio desde el cual no se pueda realizar una lucha política por la justicia. Por supuesto que el museo no es el único lugar a partir del cual la agrupación opera, aunque tampoco considera que deba privarse la oportunidad de insistir por un cambio desde ahí. La exposición nos afirma que los recursos públicos —es decir, nuestros bienes— que gestionan las instituciones descentralizadas o administradas por el Estado, pueden servir como herramienta para criticar al propio gobierno, para combatirlo y exigir que no opere en contra de los intereses de la mayoría, y para contribuir en la generación de conciencia social. Esta discusión tendría un paralelismo en la contienda política electoral actual, en la que no votar como protesta o declararse apartidista deja un flanco libre y abierto en un contexto en el cual de todas formas se tiene que lograr una resolución debido al estadio político del presente en países occidentalizados como el nuestro.
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Texto publicado originalmente en el portal de la revista Código (17 de enero, 2018).
Crédito de las imágenes: Vistas de instalación CHTO DELAT. Cuando pensamos que teníamos todas las respuestas, la vida cambió las preguntas. Museo Universitario Arte Contemporáneo, MUAC/UNAM, 2017. Fotografías: Oliver Santana.