“Conozco a Santiago desde la secundaria. Llevábamos ya varios años sin hablarnos, la vida en su vaivén nos ha alejado y regresado más de una vez, aunque éste era el periodo mas largo sin saber del otro, el “va” del vaivén… Una noche como cualquier otra, soñé un desorden de imágenes, pero la más clara era Santiago tatuándome una abeja en el dorso de la mano. Al despertar, tomé el sueño como una señal y le escribí un mensaje sin saber muy bien qué esperar y cual sería la respuesta. Su réplica fue el “ven”… volvimos a reconectar y el sueño del tatuaje de la abeja se convirtió en Santiago dibujando abejas para mí, buscando flores para que no estuviera sola, en acordando quién sería el tatuador… proceso que duró como medio año y que se materializó una tarde en el estudio de Omar Árcega, con el ruido del Centro Histórico de fondo, mezclado con una plática agustísima y un poquito de dolor. El sueño del tatuaje de una abeja me trajo de nuevo a alguien al que quiero que el vaivén de la vida me traiga siempre de regreso”. Evangelina Ávila
Gracias a Omar Árcega.