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Ehrenberg y las reglas no escritas del arte

Mayo 2017

La constitución es un bello poema…

                                                                Justo Sierra

Felipe Ehrenberg (Ciudad de México, 1943 – 2017), ante un público atento y entusiasta en el Museo Jumex, relató el sábado 22 de abril la historia de un proyecto que se ha valorado poco en nuestro país, pero que, cabe decirlo, cada vez adquiere mayor presencia: la fundación de la Beau Geste Press (1971-1976) y su posterior desarrollo. La singularidad de esta plataforma editorial propició el encuentro entre Felipe, el autodenominado neólogo, y el todavía escritor Ulises Carrión (San Andrés Tuxtla, Veracruz, 1941 – Ámsterdam, Holanda, 1989). Así comenzaría un fructífero y amistoso intercambio epistolar y laboral entre los dos.

A lo largo de esta plática, Ehrenberg transmitió a la audiencia una serie de breves reflexiones que aparentemente eran secundarias, pero que debido a su énfasis y repetición terminan por considerarse parte central de los intereses y/o preocupaciones del artista en la actualidad: «En esta guerra civil en la cual estamos enfrascados en México, las leyes, los reglamentos, todos son ya letra muerta. No así en las artes. Las artes están plagadas de pequeñas reglas no escritas, de dogmas que nadie quiere quebrar». Y comenta que el propio Ulises, tras haber publicado en México dos novelas a finales de los sesenta y principios de los setenta, salió del país buscando rutas que le permitieran desarrollarse «al margen de las reglas no escritas de la literatura de aquellos tiempos». Este hecho recuerda que en otro momento y espacio, la curadora Sofía Carrillo escribió: «Existe un desencanto, mejor dicho un desacuerdo entre Ulises Carrión y las reglas literarias; acude en ese momento al arte conceptual y al uso del video, el performance, el arte sonoro y sobre todo, al libro».

Interesa detenerse en la idea de la existencia de una especie de manual etéreo del arte contemporáneo que actualmente continúa regulando de alguna forma la producción cultural en nuestro país. ¿Qué reglas lo conforman? ¿De dónde derivan? ¿Eran las mismas en los setenta de la Ciudad de México o en Inglaterra que las de ahora? ¿Quiénes las siguen y con qué propósito? Ante la imposibilidad de revisar cada una de estas preguntas en este espacio, resulta prudente centrarse únicamente en algunos puntos relevantes para el arte local y global.

Entre los diversos problemas actuales, uno es heredado por distintas prácticas artísticas de los noventa, y consiste en la preocupación de ciertos autores −que aspiran a acceder sin fricciones a los centros de distribución del arte−, por que su obra no esté delimitada o acotada por cierto devenir cultural asociado con una región, para que así no pueda ser calificada como local. La regla iría más o menos así: «En el turismo cosmopolita, los curadores y galeristas pueden ser atraídos a un territorio por algunos museos de arte antiguo, por ciertas formas de explotación de recursos naturales y por prácticas culturales milenarias como la gastronomía, pero el arte contemporáneo que surja de ese contexto debe cuidarse de exhibir su carácter internacional». Como si el referirse a un problema social o cultural de un lugar específico (de)limitara también los alcances interpretativos o críticos de la obra en cuestión. Parecería existir un terror ante la posibilidad de que el creador sea calificado como delimitado, pues esto pondría en riesgo su participación en los eventos internacionales del arte, las bienales y otros formatos de exhibición e intercambio comercial. El curador en jefe del MUAC, Cuauhtémoc Medina, lo describe de la siguiente manera: «¿Cuál es la lógica cultural y racial de nuestro ‘referenciamiento’? La cultura del arte contemporáneo, tanto en México como en Latinoamérica, es predominantemente blanca, habla inglés y ya no es tan machista, pero su erudición popular, indígena, vernácula, es más limitada que la de los círculos de los setenta y los ochenta». Con la posterior aparición de las redes sociales este problema se agudizó, pues al pretender ser ciudadanos del mundo, muchos artistas tienden a reflejar o someterse a ciertas preocupaciones mediatizadas desde el otro lado de nuestra orbe, dejando de lado las circunstancias y necesidades de la comunidad o el entorno inmediato que su práctica podría ayudar a visibilizar y comprender.

Interesado en otro caso, Felipe Ehrenberg señala: «Lo más ubicuo: el yo. El YOísmo con el que pretenden [los artistas] indagar en su ser interno, su sexualidad y sus ansiedades existenciales, todo a tono con lo políticamente correcto». Del mismo modo, en su mordaz Manual de estilo del arte contemporáneo, Pablo Helguera ironiza: «El artista que quiera causar impacto ante el mundo del arte deberá auto-valorarse excesivamente». Parecería que el artista actual debe reproducir un discurso relacionado con un bien general, por ejemplo, la petición de que los archivos de un productor cultural fallecido puedan ser accesibles públicamente o que a través de un proyecto los grupos sociales que comparten ciertos intereses puedan generar una comunidad, pero todo esto sin perder la estratificación social que busca conservar debido a las leyendas que rodean a su profesión (resulta de interés notar que casi todos los referentes en los que se basan pertenecen al periodo de las vanguardias). Esta situación se mantiene inclusive en algunas prácticas artísticas que apuntan hacia lo participativo. Al respecto, el artista y escritor César Cortés-Vega ha dicho: «El arte relacional mantiene una distancia entre el artista y su público-participante, debido a que sus procedimientos e intereses para actuar ya están determinadas con anterioridad. La obra de arte se lleva a cabo sólo en el caso en el que el espectador decida participar en el juego propuesto por su creador.» Si se relaciona este comportamiento conservador con prácticas comunitarias (políticamente incorrectas) de resistencia que actualmente se desarrollan a lo largo de todo el país donde, por cierto, se abandonó el tan pretendido «Imperio de la ley», podrá contrastarse fácilmente lo anacrónica y conservadora que resulta la noción de genio creador que se sigue reproduciendo actualmente en ciertos contextos.

Volviendo a la Beau Geste Press y a Carrión, parecería también que una regla no escrita se mantiene hoy en día con la proliferación masiva de plataformas dedicadas a la autoedición. El contexto lo proporciona Helguera nuevamente: «La limitación principal de un artista es su falta de generosidad hacia los otros, y su incapacidad casi clínica de lograr comprender, o querer escuchar los problemas de los demás». En este sentido, colaborar con el trabajo de distintos productores culturales, compartiendo así sus intereses temáticos pero también sus necesidades de visibilidad, busca justificar moralmente el hecho de publicar la obra propia. Una de cal por tres de arena. La abundante aparición de editoriales «independientes» (¿independientes de quién o de quiénes?), ferias de libros alternativos y espacios de impresión en nuestro entorno han dejado de lado preguntas relacionadas con el contenido que se reproduce. Es común escuchar que vivimos en una época de oro del libro de autor en México, pero ¿con quiénes se pretende dialogar a través de estas publicaciones, y desde dónde? ¿Es significativo reproducir cualquier contenido? ¿Estamos en una etapa de fascinación editorial por lo hecho al momento y lo preciosista de ciertos materiales? ¿Hay un auto-consumismo desbordado, una sobre oferta?

Felipe Ehrenberg concluyó su conversación atribuyendo las reglas no escritas del arte a la falta de autoestima que aflige a las clases medias en nuestro país. Sin embargo, resulta conflictivo atribuir a un solo factor el origen de tal problemática. Lo cual no impide buscar nuevas formas de operar, tanto en lo individual como en lo colectivo, porque muchos de estos preceptos se obedecen sin ser explicitados y analizados en la cotidianidad, limitando así la posibilidad de dialogar con el otro, que es una de las razones y consecuencias del arte.

*PD. Hoy, noche del quince de mayo de 2017, día del maestro, me entero del fallecimiento de mi amigo y maestro Felipe Ehrenberg. No tuve la oportunidad de mostrarle la versión final de este texto, a cuya memoria y legado dedico; tuve, en cambio, el privilegio de conversar con él hace unos días para completar sus puntos de vista respecto a las reglas no escritas del arte, del arte de vivir del arte. Creo que habría coincidido con lo expuesto en este escrito, aunque como él decía, le gustaba «jorobarme» siempre por alguna cuestión u otra. Gracias, querido Felipe-y-con-tenis, que descanses en paz.

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Texto publicado originalmente en el portal de la revista Código el 16 de mayo de 2017. Clic, aquí.

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